Nefrología y piel: ¿Cómo las enfermedades renales afectan la piel? en Quito
La enfermedad de los riñones, tanto crónica como aguda, no solo causa síntomas internos sino que también se refleja en la piel. Los riñones sanos filtran desechos y mantienen el equilibrio de líquidos y minerales; cuando su función falla, el cuerpo acumula toxinas y sufre desequilibrios que pueden manifestarse cutáneamente. De hecho, la mayoría de pacientes con insuficiencia renal crónica avanzada presentan alteraciones en la piel en mayor o menor grado[1]. En este artículo explicaremos las principales manifestaciones dermatológicas de las enfermedades renales crónicas y agudas –como el prurito urémico, la piel seca, cambios en uñas y pigmentación, entre otros– por qué ocurren, y cuándo es importante consultar a un dermatólogo.
¿Por qué la enfermedad renal afecta la piel?
La piel es un espejo de la salud interna. En la insuficiencia renal, varios factores contribuyen a cambios cutáneos: la acumulación de sustancias que el riñón enfermo ya no elimina (como urea, fosfatos), el desequilibrio de minerales y vitaminas (por ejemplo, calcio, fósforo y vitamina D), la anemia y problemas hormonales (déficit de eritropoyetina, aumento de hormona paratiroidea), así como la inflamación crónica presente en etapas avanzadas de la enfermedad renal. Todos estos factores producen síntomas visibles: la piel puede volverse más pálida o más oscura, resecarse y picar intensamente, e incluso pueden aparecer lesiones graves. Además, algunos tratamientos (diálisis, medicamentos) y hábitos dietéticos influyen en la salud de la piel[2]. En resumen, cuando los riñones no funcionan bien, el cuerpo busca vías alternas para eliminar toxinas y equilibrar funciones, y la piel a veces intenta suplir esa función excretora o refleja los desbalances internos.
Ejemplo clínico: Un paciente con insuficiencia renal avanzada puede notar que su piel se torna apagada y seca, con comezón persistente. Estas manifestaciones suelen alertar tanto al paciente como al médico de que algo sucede con la función renal. A continuación, describimos las alteraciones cutáneas más comunes en la enfermedad renal.
Prurito urémico: comezón crónica en la insuficiencia renal
El prurito urémico es la picazón intensa asociada a la insuficiencia renal crónica. Es una de las manifestaciones cutáneas más frecuentes, reportada en aproximadamente 40–90% de los pacientes con enfermedad renal avanzada, especialmente en quienes están en hemodiálisis[3]. Esta comezón puede ser generalizada o localizarse en zonas como la espalda, y suele ser prolongada e intensa, exacerbándose con el calor, la sudoración y la piel seca[4]. A diferencia de la alergia común, el prurito urémico no se acompaña de erupciones evidentes, pero el rascado continuo daña la piel: es habitual ver excoriaciones lineales (arañazos), engrosamiento de la piel por el rascado crónico (liquen simple) o incluso nódulos de prurigo debido al rascado repetitivo[4].
Este síntoma no discrimina por edad ni sexo y tiene un origen multifactorial[5]. Entre las causas propuestas están la acumulación de toxinas urémicas que irritan terminaciones nerviosas, alteraciones en los niveles de calcio y fósforo, inflamación sistémica y cambios en las fibras nerviosas de la piel. El prurito urémico no solo es molesto; afecta seriamente la calidad de vida. Muchos pacientes experimentan insomnio por la picazón nocturna, además de ansiedad o depresión por la incomodidad constante[6].
Ejemplo: Un paciente en diálisis describe que cada noche siente “como si miles de insectos caminaran bajo mi piel”, impidiéndole dormir. Este tipo de testimonio es característico del prurito urémico. Los tratamientos convencionales para la comezón (como antihistamínicos) suelen no ser muy efectivos en estos casos[7]. El enfoque para aliviarlo incluye optimizar la diálisis para remover toxinas, usar hidratantes tópicos para disminuir la sequedad (que exacerba el prurito) y, bajo supervisión médica, medicamentos neuromoduladores (por ejemplo, gabapentina) o fototerapia UVB, entre otros[8][9]. Aunque la solución definitiva del prurito urémico llega con el trasplante renal al corregir la uremia de fondo[7], en el ínterin es fundamental un buen control de síntomas para mejorar la calidad de vida del paciente.
Piel seca (xerosis) en enfermedad renal
La xerosis o piel seca es quizá la alteración cutánea más frecuente en la enfermedad renal crónica, incluso más que el prurito. Estudios estiman que entre un 50% y 85% de los pacientes renales tienen piel excesivamente seca[10]. Se manifiesta como una piel áspera, descamativa (a veces con aspecto de ictiosis o "escamas de pez"), generalmente más notable en brazos, piernas y tronco. A menudo la xerosis coexiste con el prurito urémico, formando un círculo vicioso: la sequedad empeora la comezón, y rascarse lesiona más la barrera cutánea, aumentando la sequedad[11].
¿Por qué se seca tanto la piel en la insuficiencia renal? La causa principal parece ser la atrofia de las glándulas sebáceas y sudoríparas, lo que reduce la producción de sudor y aceites naturales que normalmente humectan la piel[12]. En otras palabras, el cuerpo produce menos sudor y grasa, dejando la piel deshidratada. Además, la restricción de líquidos que a veces deben seguir los pacientes renales podría contribuir a una hidratación reducida de la piel.
Para manejar la xerosis, las recomendaciones incluyen higiene suave y humectación constante. Se aconseja tomar baños cortos con agua tibia (no caliente) y usar jabones neutros o syndet (sin detergentes fuertes) para no eliminar los aceites naturales. Tras la ducha, aplicar diariamente cremas hidratantes o emolientes ayuda a restaurar la barrera cutánea[13]. Evitar rascado vigoroso y factores irritantes (como lana directa sobre la piel) también puede prevenir agravar la resequedad. Con estas medidas, muchos pacientes logran disminuir la descamación y malestar. Sin embargo, mientras persista la enfermedad renal, es posible que la piel seca sea un desafío recurrente que requiere atención continua.
Cambios en la coloración de la piel en insuficiencia renal
La coloración de la piel puede alterarse significativamente en pacientes con insuficiencia renal, a veces dando pistas visuales de la enfermedad. Entre los cambios destacan:
- Palidez cutáneo-mucosa: Hasta un 40% de los pacientes con enfermedad renal crónica presentan piel pálida[14]. Esto se debe a la anemia crónica que acompaña a la falla renal (los riñones enfermos producen menos eritropoyetina, hormona que estimula la producción de glóbulos rojos)[14]. La reducción de hemoglobina le quita el tono rosado habitual a la piel, tornándola más blanca o amarillenta. Los párpados internos (conjuntivas) y las uñas pueden lucir más pálidos de lo normal por esta razón.
- Tono amarillento o “bronceado” urémico: En etapas avanzadas, la piel de algunos pacientes adquiere un color amarillento o marrón grisáceo. Esto ocurre por la acumulación de pigmentos urinarios y carotenos en la dermis (sustancias que el riñón no filtra adecuadamente)[15]. No se trata de ictericia hepática, sino de un tono urémico. El paciente puede parecer ligeramente bronceado sin haber tomado sol. Este cambio es más sutil, pero evidente para médicos con experiencia.
- Hiperpigmentación difusa: Alrededor del 20% de los pacientes con insuficiencia renal crónica muestran oscurecimiento de la piel (hiperpigmentación)[16]. Puede notarse especialmente en áreas expuestas al sol (cara, brazos) o flexuras. Una de las causas es el aumento de la hormona estimulante de melanocitos (MSH) en la uremia, así como depósitos de hierro por transfusiones previas[16]. El resultado es una piel con apariencia más oscura o cenicienta.
- Moretones y púrpura: Es común que los pacientes renales presenten equimosis (moretones) o puntos púrpura en la piel con mayor facilidad[17]. La uremia altera la función de las plaquetas (células de la coagulación) y, sumado al uso de heparina durante la hemodiálisis, la sangre coagula con dificultad[17]. Por ello, pequeños golpes pueden producir moretones amplios, y puede haber sangrados bajo la piel espontáneos en forma de petequias o púrpuras.
Ejemplo clínico: Un paciente con insuficiencia renal avanzado puede verse inusualmente pálido y con un tono cutáneo amarillento. Sus familiares notan que “parece más oscuro” a pesar de no tomar sol, y el paciente refiere que cualquier mínimo golpe le deja un moretón. Al examinarlo, el médico observa estas alteraciones de coloración y las relaciona con la enfermedad renal subyacente.
Estos cambios de color en la piel y mucosas son señales importantes. Un dermatólogo o nefrólogo, al reconocer palidez marcada con un tinte amarillento o hiperpigmentación inusual, puede sospechar problemas renales. Del mismo modo, si usted nota que su piel ha cambiado de color de forma persistente sin causa aparente, es recomendable informar a su médico para descartar algún desajuste interno.
Alteraciones en las uñas por enfermedad renal
Las uñas también reflejan el estado de salud y en la insuficiencia renal crónica sufren cambios característicos. Se estima que más del 75% de los pacientes en diálisis presentan alguna alteración ungueal significativa[18]. Los dos hallazgos más comunes son la desaparición de la lúnula (esa medialuna blanca en la base de la uña) y las llamadas “uñas mitad y mitad” (uñas de Lindsay)[18]. En las uñas mitad y mitad, la mitad proximal (cercana a la base) es de color blanco lechoso, mientras que la mitad distal adquiere un tono rojizo o marrón[19]. Este patrón particular aparece aproximadamente en 1 de cada 5 pacientes renales[20]. Su causa exacta no se conoce del todo, pero la franja blanca se asocia a la anemia (falta de irrigación con glóbulos rojos), y la franja oscura distal se debe a depósitos de melanina relacionados con productos de desecho urémicos[21]. En otras palabras, la uña refleja tanto la anemia como la acumulación de pigmentos en el cuerpo.
Otras distrofias ungueales observadas en enfermedad renal incluyen: estrías horizontales o líneas de Beau (surcos transversales por pausas en el crecimiento de la uña durante episodios críticos), uñas frágiles que se quiebran fácilmente, hemorragias en astilla bajo las uñas (pequeños coágulos alargados que se ven como astillitas oscuras) e incluso una curvatura exagerada tipo "uña de reloj" en algunos casos[19]. Afortunadamente, estos cambios en las uñas son estéticos y funcionalmente benignos; no duelen ni ponen en peligro al paciente, pero sí pueden ser señales útiles para el diagnóstico. Por ejemplo, la presencia de las uñas mitad y mitad en alguien que desconoce tener enfermedad renal podría motivar estudios de función renal por parte de su médico.
Un dato alentador es que las uñas suelen mejorar tras un trasplante renal exitoso[22], recuperando su apariencia más normal conforme se corrigen la anemia y la uremia. Mientras tanto, mantener las uñas cortas y limpias es aconsejable, tanto para evitar infecciones por el rascado como para manejar su fragilidad (usar guantes al hacer labores puede prevenir fracturas ungueales).
Otras manifestaciones cutáneas de las enfermedades renales
Además de la picazón, la sequedad, los cambios de color y en las uñas ya descritos, existen otras manifestaciones dermatológicas vinculadas a las enfermedades renales, sobre todo en fases avanzadas:
- Calcifilaxis: Es la complicación cutánea más grave asociada a la insuficiencia renal terminal[23], aunque por suerte es poco frecuente. Ocurre cuando hay depósitos de calcio y fósforo en los vasos sanguíneos de la piel, provocando su obstrucción. Como resultado, aparecen placas violáceas dolorosas que luego ulceran y se necrosan (el tejido se “muere”)[24]. Suele presentarse en pacientes en diálisis con desequilibrios minerales severos, especialmente con fósforo muy alto en sangre[23]. La calcifilaxis pone en riesgo la vida por la posibilidad de infecciones sistémicas a partir de las úlceras; requiere atención médica urgente y un manejo conjunto entre nefrólogos, dermatólogos y cirujanos. Un paciente con calcifilaxis puede notar inicialmente áreas de piel endurecida y dolorosa, que progresan a úlceras negras costrosas, típicamente en piernas o abdomen.
- Escarcha urémica: Es un signo clásico de uremia extrema. Consiste en un polvillo blanquecino que aparece sobre la piel, parecido a cristalitos de escarcha o talco. En realidad son cristales de urea que se depositan cuando el sudor se evapora, dejando la urea acumulada en la superficie cutánea[25]. La escarcha urémica se observa en pacientes con niveles de urea muy altos en sangre (uremia severa), generalmente cuando la insuficiencia renal está muy avanzada y no se ha iniciado diálisis o en fallas renales agudas graves. Su presencia indica la necesidad urgente de tratamiento, pues el cuerpo está intentando eliminar por la piel lo que los riñones no logran filtrar. Afortunadamente, con diálisis este hallazgo tiende a desaparecer.
- Dermatosis perforante adquirida: Es una afección curiosa que puede presentarse en pacientes con insuficiencia renal (especialmente si también tienen diabetes). Se caracteriza por pequeñas pápulas o nódulos pruriginosos con un tapón queratósico central[26]. Básicamente, son granitos de algunos milímetros que “expulsan” material de colágeno a través de la piel. Aunque suene alarmante, son lesiones benignas que se tratan con retinoides tópicos o corticoides, y mejorar la diálisis suele ayudar a controlarlas.
- Ampollas y fotosensibilidad: Algunos pacientes urémicos desarrollan lesiones ampollares en la piel. Por ejemplo, la pseudoporfiria urémica se ha descrito en personas en diálisis: presentan ampollas en áreas expuestas al sol que asemejan la porfiria cutánea tarda. Esto se relaciona con la acumulación de productos de desecho y la sensibilidad aumentada de la piel. Asimismo, pacientes trasplantados (por la inmunosupresión) o en diálisis prolongada pueden tener mayor riesgo de lesiones cutáneas precancerosas o cáncer de piel, por lo que la protección solar es importante.
- Infecciones cutáneas: La combinación de uremia, diabetes (si presente) y piel dañada por rascado aumenta la susceptibilidad a infecciones de la piel. Es frecuente ver foliculitis (infecciones de folículos pilosos), celulitis o infecciones por rascado en pacientes renales. Una higiene adecuada, evitar rascarse con las uñas sucias y tratar oportunamente cualquier herida ayudan a prevenir complicaciones infecciosas.
Como vemos, la enfermedad renal puede afectar la piel de maneras muy diversas. Sin embargo, no todos los pacientes desarrollarán todas estas manifestaciones; varía según la persona, la causa de la enfermedad renal, y qué tan avanzada esté. Es importante estar atentos a cualquier cambio cutáneo si padece insuficiencia renal, ya que puede ser indicativo de que algo requiere atención (por ejemplo, picazón fuera de control puede indicar acumulación de toxinas, o una úlcera podría sugerir calcifilaxis).
La piel como indicador de problemas renales
La piel puede ser el primer indicador de un problema renal subyacente. En ocasiones, un paciente acude inicialmente al dermatólogo por picazón crónica, palidez inusual o cambios en las uñas, y es este especialista quien sospecha una enfermedad renal y remite al paciente para estudios nefrológicos. Por ejemplo, la aparición de edema (hinchazón) en párpados y tobillos, acompañada de orina espumosa, puede ser la pista de un síndrome nefrótico (una enfermedad renal donde se pierde proteína) más que un problema cutáneo primario. Del mismo modo, las uñas de Lindsay o la escarcha urémica son banderas rojas de uremia.
Por eso, ante cambios cutáneos inexplicables –especialmente si se acompañan de síntomas sistémicos como hinchazón, cansancio o alteraciones en la orina– se debe investigar la función renal. La colaboración entre dermatólogos y nefrólogos es valiosa: ambos campos se complementan para llegar al diagnóstico correcto. La piel, al ser tan visible, a veces nos avisa de silenciosos trastornos internos antes de que otros síntomas aparezcan.
¿Cuándo consultar a un dermatólogo?
El nefrólogo es el encargado principal del manejo de la enfermedad renal, pero un dermatólogo puede ser un aliado fundamental para abordar las manifestaciones cutáneas. Se recomienda buscar evaluación dermatológica cuando las lesiones o síntomas de la piel sean significativos, molestos o atípicos. Por ejemplo, si un paciente renal sufre prurito intenso que no cede con medidas básicas, si desarrolla úlceras, ampollas u otras erupciones inusuales, o si observa cambios rápidos en la piel (como un oscurecimiento súbito, manchas, etc.), es momento de agregar un dermatólogo al equipo.
Un especialista en piel, como el Dr. Víctor Pinos, dermatólogo en Quito, puede colaborar con su nefrólogo para brindar un manejo integral. El dermatólogo aportará tratamientos específicos para la piel (cremas medicinales, terapias de luz, medicación antiprurito de última generación, cuidados de heridas) que mejoran la calidad de vida del paciente renal, mientras el nefrólogo trata la causa de fondo. Además, el dermatólogo ayudará a descartar que alguna lesión cutánea se deba a otra enfermedad no relacionada con los riñones.
En resumen, debe consultar al dermatólogo si presenta problemas de piel que afecten su bienestar o que no mejoran con las recomendaciones habituales, especialmente en el contexto de enfermedad renal. Esta evaluación conjunta asegura que no se pase por alto ninguna condición y que reciba el mejor cuidado posible. No dude en comentar a su nefrólogo acerca de cualquier cambio en su piel; juntos podrán decidir si es necesaria la valoración dermatológica.
Conclusión: La relación entre la nefrología y la piel es estrecha. La piel refleja muchos desequilibrios de la insuficiencia renal, desde la incómoda comezón hasta signos visibles como la palidez o las uñas características. Para los pacientes, conocer estas manifestaciones puede ayudar a entender mejor su enfermedad y a buscar ayuda adecuada. Con un enfoque multidisciplinario –donde nefrólogo, dermatólogo y otros especialistas trabajen de la mano– es posible manejar estas manifestaciones cutáneas y mejorar la calidad de vida, mientras se trata la enfermedad renal subyacente.
Bibliografía
- Morillo Gallego N. et al. “Alteraciones de la piel del paciente con enfermedad renal crónica avanzada. Una revisión sistemática.” Enfermería Nefrológica. 2019;22(3):113–124. [1][2]
- Ochoa AK. et al. “Manifestaciones cutáneas de la enfermedad renal crónica.” Dermatología Argentina. 2022;28(3):98–108. [27][28]
- U-Cursos (Universidad de Chile). “Enfermedad renal y piel.” Material docente, 2021.[29][30]
- Reyes E et al. “Etiopatogenia del prurito asociado a la enfermedad renal crónica.” Revista Nefrología (España). 2017;37(3):297–310. [3][6]
- Johnson ML, et al. “Cutaneous manifestations of chronic kidney disease.” UpToDate. 2025. (Consulta 12 Jun 2025). [19][22]


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